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RP PSIQUIATRÍA
La responsabilidad profesional y los profesionales de la salud mental.
Mayo - Junio 2011


Lejos quedaron aquellos tiempos del médico paternalista, infalible, que casi no hablaba con su paciente. Hoy la situación se ha revertido y el paciente se ha convertido prácticamente en cuestionador, lo que también dista de ser una relación ideal.


El tema, de gran actualidad, adquirió significativa relevancia a partir de la noticia de que a los psiquiatras tratantes de un personaje mediático que falleció al caer de un balcón, se les entablaría una demanda judicial, penal y civil. El caso fue noticia en los medios por tratarse de un conocido periodista cuya muerte conmocionó a la opinión pública, pero sin embargo es tan sólo uno de los tantos casos que no salen a la luz. Por eso, para procurar esclarecer el panorama en cuanto a demandas legales por supuesta falla en la responsabilidad profesional, quiero aclarar algunos conceptos sobre la responsabilidad profesional médica.

La situación actual de los psiquiatras desde la perspectiva de la responsabilidad profesional en nuestro país marca una realidad preocupante. Las demandas por responsabilidad profesional en la Argentina han crecido exponencialmente en los últimos diez años, hasta llegar a cifras inimaginables y desproporcionadas, en relación con las condenas efectivas, tomando todas las especialidades médicas.

En este punto, es importante saber que la mejor abogada del psiquiatra, será la historia clínica que lleve de su paciente, ya sea en ámbito público o privado.

Este aumento de demandas, que ha sufrido un 54% de incremento entre 2004 y 2007, justifica, mal que les pese a algunos, la demostración cabal de que existe una industria del juicio contra los profesionales de la salud, entre otras cosas, porque es fácil litigar. Se litiga sin gastos y hay hasta diez años para iniciar acciones contra algún profesional, por cualquier motivo. Ahora bien, en un punto, se pensó que esto era patrimonio especialmente de cirujanos, anestesistas, obstetras, etc.; pero esta cuestión de la responsabilidad ha llegado también a psiquiatras y psicólogos, que otrora se consideraban fuera de esta posibilidad de ser demandados.

Respecto de lo expuesto, es necesario introducir un gran cambio cultural entre psiquiatras y psicólogos, consistente en lograr que los profesionales escriban y confeccionen siempre una prolija historia clínica de sus pacientes, independientemente de que lo vean en consultorio, en hospital o en clínicas, porque será esa misma HC la mejor abogada en caso de demanda por responsabilidad profesional.

Es necesario que los colegas psiquiatras y psicólogos tomen nota sobre un incesante incremento de demandas en Salud Mental, motivo por el cual es importante estar prevenidos e informados, y no con un temor paralizante.

También es necesario saber que el modelo paternalista de la medicina tradicional argentina ha ido cediendo y va a desaparecer en muy poco tiempo. Era el modelo del ‘Usted tome este remedio y no pregunte’, el que mostraba al médico infalible, que hablaba poco con sus pacientes y explicaba menos. En cambio hoy en día el paciente ha perdido el temor reverencial y ha pasado a la vereda de enfrente, casi en un nivel cuestionador y hasta con pérdida de la mínima colaboración en sus tratamientos. Esto hace imposible llevar adecuadamente una relación profesional, genera la creciente automedicación de los argentinos y lleva a una ilusoria búsqueda de curaciones en las llamadas medicinas alternativas, en las que a veces se cometen errores irreparables en la vida y salud de los pacientes.

En lo personal, estoy muy orgulloso de haber sido formado en la Universidad de Buenos Aires, y en su Facultad de Medicina. No hubiera podido cursar en una universidad privada, y le debo a la Universidad pública un perenne agradecimiento. Pero es necesario que en este siglo XXI, el plan de estudios se modifique. No puede la facultad insistir con el modelo paternalista, cuando resulta imprescindible un cambio dramático en la currícula para preparar al futuro médico en forma adecuada para estos tiempos que corren. Una medicina actual es una medicina esencialmente de cooperación, una sociedad para la curación, establecida entre médico y paciente, donde abiertamente se establece un trabajo conjunto dirigido al éxito, y se exponen en forma comprensible los éxitos y las dificultades. Sólo la verdad libera, como diría San Juan.

Pero, dado el panorama planteado, ¿qué puede hacer el psiquiatra para sobrevivir en el ámbito judicial? En primer lugar, debe concurrir cuando la Justicia lo convoca, sin temores ni angustias, sino con la tranquilidad de quien ha hecho bien las cosas. Su mejor herramienta para defenderse y para informar a quien le pregunte será la HC en la mano, de allí que siempre recomendemos una cuidadosa confección y cuidado de la misma, y por espacio mínimo de diez años luego de la última atención del paciente. En segundo lugar, debe conocer la ley y las normas que regulan su profesión. La ignorancia de la ley le hace pensar a los psiquiatras que la Justicia los persigue, pero este conocimiento puede convertir la ley en una socia eficaz para el tratamiento de los pacientes. Y debe tener en cuenta que la Justicia nos solicita como expertos en temas que sólo los psiquiatras y psicólogos sabemos, y es nuestro deber informar con rigor científico y académico. Respetando estos tres puntos, nada debe preocuparnos en el ámbito judicial.

El consentimiento informado
Se trata de un concepto muy mencionado en los últimos tiempos, pero no todos tienen conciencia acerca de que el conocimiento informado marca un antes y un después en la relación médico-paciente. Es la herramienta imprescindible para documentar que existe una relación, y que en el marco de esa relación todo ha sido informado y aprobado por parte del paciente. Por ello, todo tratamiento médico debe llevar este consentimiento, incluyendo tratamientos psicofarmacológicos y psicoterapéuticos. El no hacerlo nos expone a situaciones riesgosas desde el punto de vista médico-legal que no desearemos haber transitado.

En estos tiempos es prioritario también que este consentimiento no lo explique ni un enfermero ni un auxiliar, sino el mismo profesional que trata al paciente, en lenguaje claro y comprensible, y asegurarnos que el paciente entendió todo lo que explicamos. Y también saber que si un paciente no firma un consentimiento informado, tenemos el derecho y la obligación de suspender todo tipo de tratamiento, y comunicarle que será derivado a otro profesional para proseguir la atención. ¿Cuál es la razón para derivarlo? Muy sencillo: si el paciente no firma, no tiene la confianza suficiente en nosotros para depositar su vida y su salud en nuestras manos. Entonces, cualquier inconveniente en el tratamiento, por mínimo que fuera, será magnificado y nos expondrá, inútilmente, a ser demandados por cualquier razón. Y un consejo para los colegas: si quieren emociones fuertes, den una vuelta en una montaña rusa, pero eviten ser demandados.

Prescripción por nombre genérico
Es otro de los temas que ha generado desentendimientos entre médicos y pacientes, y no pocos debates en los medios. Es realmente curiosa la historia de la comercialización de medicamentos en la Argentina. Por razones varias y verdaderamente autóctonas, hemos tenido por muchos años los medicamentos más caros de la región, o entre los más caros, teniendo en cuenta el PBI. Ahora bien, la crisis de los años 2001 y 2002 puso al país tan en jaque, que el acceso a los medicamentos se vio claramente amenazado. Ante la emergencia, se procedió a una respuesta de emergencia, las que en general logran alguna salida de urgencia sin cuidar mucho las formas. Así nació la mal llamada ‘ley de medicamentos genéricos’, cuando en rigor se trata de una ley de prescripción por nombre genérico. Los medicamentos debieron bajar de precio, durante un tiempo, incluso los originales, pero lamentablemente aún es deuda pendiente el control sanitario suficiente del Estado sobre la manufactura de medicamentos copia, o supuestamente genéricos en el país, cuando en muchos casos esto no es así. Hoy día se ganan licitaciones en hospitales con medicamentos de menor costo, pero de dudosa bioequivalencia y menos aún biodisponibilidad, y el riesgo sobre la población persiste.

Diez años después de aquella ley, la situación de control ha mejorado en alguna medida, pero deja todavía muchísimas cosas para hacer, de las que no se habla. La Argentina perdió la oportunidad histórica de ser un gran centro de investigación original farmacéutica, pero es necesario recuperar el lugar de un eficaz controlador de las copias que aquí se producen. También es necesario que el psiquiatra sea también el controlador de la eficacia que distintos productos que tienen supuestamente la misma droga producen en los pacientes, desde la práctica cotidiana, y recurriendo al INAME o a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) en caso de duda.

El psiquiatra ante el suicidio
Es muy puntual la responsabilidad que le cabe al profesional ante el suicidio de un paciente bajo su asistencia. Me remito a mi amigo Robert Simon, un famoso psiquiatra forense americano a quien reconozco como mi maestro e inspirador, que tiene una frase famosa: Hay sólo dos clases de psiquiatras: los que tienen pacientes que se han suicidado, y los que tendrán pacientes que se suicidarán. Esto claramente indica que el suicidio de un paciente, llamado ‘suicidio en discontinuidad’, no es previsible. Pokorny estableció en su famoso estudio sobre predicción suicida el altísimo porcentual de error que tenemos los psiquiatras, mayor al 50%, en una proyección a cinco años sobre si un paciente se suicidará o no. Entonces, ¿qué podemos hacer? Establecer en forma seriada una determinación de riesgo suicida, valorándolo en bajo, medio o alto, y proceder a la internación en el último caso; a una internación u hospital de día en el segundo, y a un control ambulatorio en el primero. Pero siempre sobre una evaluación que a veces debe realizarse en forma diaria.

Por otra parte es bueno saber que habiendo un psiquiatra de por medio, la familia del suicida que logró su objetivo, a fin de liberar su culpa, tratará de que el pato de la boda sea el profesional, “que dejó que el paciente se matara”, según suelen decir. En rigor, esto no es así, y el psiquiatra debe dejar claro que realizó su tratamiento con arte y ciencia, y que pese a esto, el paciente cometió el suicidio. Pero como dijimos al principio, la mejor defensa del psiquiatra será una buena historia clínica, el documento donde figurará que este profesional hizo todo lo necesario para lograr la recuperación del paciente. Existe, como bien dice el Derecho, obligación de medios en Medicina, pero no obligación de resultados.

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