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Error en medicina.

Para comenzar, ¿cómo se define al error médico?
El error es un desvío de lo normal, una falla en el proceso que puede ser intencional o no intencional, latente o activa. Desde el punto de vista matemático existe una distribución de los procesos que Gauss definió como una distribución en campana, en donde todos los eventos, procesos, hechos o sucesos tienen una distribución normal; y existe una gran mayoría (representada por el 50–60 por ciento) que luego tiene eventos que son menos frecuentes pero que están dentro de la curva, para un lado o para el otro. Si algo ocurre fuera de esa campaña se lo considera un desvío de lo normal (de lo esperado), que desde el punto de vista semántico en medicina se lo considera una falla. Conceptualmente es más conveniente hablar de “error en medicina” que de “error médico”, porque a este último se lo pone en la persona cuando en realidad se da en el sistema.

Los errores más frecuentes son los latentes no intencionales, que son los que menos se visibilizan porque por lo general se pone el énfasis en los errores activos con foco en la persona.


¿A qué se considera un evento adverso?
El evento adverso es un daño, injuria o lesión que se produce por el propio proceso de atención y no por las enfermedades concomitantes o subyacentes que pueda tener una persona. Es una falla del sistema; es la consecuencia final del error. Aquellos errores que terminan en un evento adverso son los latentes que, como no se los analiza, se los adjudica a la persona y a una cuestión activa, como ser: el médico o el enfermero.


¿Cuál es la postura del médico ante el error?
Depende mucho de la especialidad, de la institución y del momento en el que se analice: no es lo mismo hoy que hace 10 o 20 años atrás. Si uno tuviera que gene- ralizar, hoy la mayoría de los profesionales de la salud (no solamente los médicos) son tendientes al ocultamiento. Esto no significa que no lo reconozcan, pero hay una tendencia al ocultamiento del error que tiene que ver con la cultura organizacional y con el hecho de que el enfoque está centrado en lo punitivo (y en la persona), que en el sistema. Entonces sucede que, en general, el profesional que no está protegido tiende a ocultarlo.


¿Qué mecanismos o recomendaciones existen para el reporte de errores en las instituciones?
Hay dos formas de reporte: voluntario y mandatorio. El voluntario parte de una cultura organizacional en donde se han trabajado los valores y la importancia de contar con información para el aprendizaje y la prevención de los errores y eventos adversos. O sea, institucional y culturalmente la institución tiene una predisposición al reconocimiento, en donde la gente lo realiza voluntariamente, con distintos mecanismos que dependen de la madurez de dicha institución. Por ejemplo, una manera de empezar es que el reporte sea voluntario pero anónimo, confidencial, y que se realice en un espacio en donde nadie pueda quedar expuesto, por ejemplo: completar un formulario y depositarlo en una caja ubicada en determinado lugar de la institución. Este sería el paso inicial y a medida que la cultura va mejorando ese mecanismo puede pasar a ser voluntario no confidencial, en donde cada uno puede notificar su propio error o el de un colega, sin que eso signifique una acusación. En el medio de todo esto está la revisión de las historias clínicas con carácter retros- pectivo, que es uno de los mecanismos que más se utiliza en el caso de los eventos adversos.

Los reportes que son mandatorios responden a otro tipo de política institucional, con sus pro y sus contra, mediante un sistema de reporte informatizado: un registro que se realiza en una planilla y luego es volcado para ser analizado.


Una vez que se cuenta con esta información, ¿cómo se desarrolla el análisis de los datos?
Una cosa es el análisis del error y otra el del evento adverso. En general los análisis de los errores son de carácter cualitativo y en algunas especialidades también pue- den ser de carácter cuantitativo. Por ejemplo, en todo lo que es cuidados críticos y procesos quirúrgicos el trabajo tiende a ser cuantitativo porque al tratarse de una cuestión dependiente de la aplicación de técnicas protocolizadas y estructuradas resulta más fácil hablar de la frecuencia del error. En cambio, en procesos clínicos, como puede ser el proceso de diagnóstico de una patología que termina en un tumor y que de pronto el diagnóstico anatomopatológico va a otra persona y no a la que corresponde, entonces responde a una cuestión relacionada con lo cualitativo y requiere de una revisión del proceso. En esos casos hay dos formas de analizarlo: a través de árbol de problema o el análisis causa-raíz; dos técnicas que se utilizan para el análisis retrospectivo de los eventos adversos, que incluyen las fallas en los procesos, o sea, que incluyen los errores.

Cuando es prospectivo se utiliza el análisis de modo-falla-efecto, con técnicas más sofisticadas que incluyen la supervisión mientras se está haciendo el procedi- miento: es paralelo, prospectivo, concomitante y se trabaja para evitarlo. Esto último se usa mucho en anatomía patológica, por ejemplo: al mismo tiempo dos anatomopatólogos ven un mismo taco, siendo una manera de evitar el error.


¿En nuestro país existe una actitud proactiva en relación a la vigilancia o prevención del error?
Estamos mejor que en el año 2000, pero a la vez estamos peor que otros países. Lo esperado o deseable todavía está lejos, porque dada la magnitud del problema –y por tratarse de un problema de salud pública- se espera que hubiese una política de salud mucho más proactiva, presente y fuerte en materia de inversión, rectoría, estándares; y que algunas cuestiones -como ser el sistema de registros- estuviesen más pautadas. Esto es un relativo liderazgo que ha dejado el Ministerio de Salud; entonces sucede que hay instituciones que tienen el programa ya instalado de seguridad del paciente, que vienen trabajando hace más de 5 años, sin un lineamiento estratégico de parte del Ministerio.

Un ejemplo –de lo que para mí es un referente- está en la página web del Ministerio de Salud de España, en donde tienen definido en un documento toda la estrategia para el abordaje de la seguridad del paciente, con una planificación que ya va por los 10 años, en donde políticamente está definida la estrategia con la cual se va a trabajar. Esto luego se baja a todos los hospitales y cada institución lo va implementando de acuerdo a sus propias posibilidades. En el caso de la Argentina se han realizado algunas cosas: hay una Comisión Nacional de Seguridad del Paciente, un estudio realizado sobre los eventos adversos en forma conjunta con otros países, un Programa Nacional de Garantía de Calidad, normas y guías de prácticas clínicas; pero no hay una presencia fuerte a nivel de los hospitales. Se puede decir que esto sucede, entre otras cosas, porque nuestro país es federal y desde la Nación hay lineamientos que luego las provincias pueden no implementar. Pero a la vez, si uno analiza el Programa Remediar, Médicos Comunitarios o el de inmunizaciones (todos nacionales), los mismos tienen una presencia activa, con manejo de recursos, y que han resuelto determinadas problemáticas; o sea, cuando se quiere se puede.


¿Qué lugar se le da al “error” en la etapa de formación de los médicos?
Se aprende y está incluido dentro de la formación, lo que sucede es que tal vez no se brindan las herramientas para la prevención concreta, el análisis sistemático y los procesos de mejora de ese análisis.

Lo primero que un médico aprende es “no dañar”. Luego le enseñan a escuchar al paciente, a tener una buena relación médico-paciente, a tratar de sistematizar procesos, buscar evidencias, estudiar, etc. Ahora bien, lo que no se enseña es a aceptar la falibilidad de la medicina, que los errores existen, ni tampoco las herramientas para explicarles a nuestros pacientes (y a la sociedad en su conjunto) que el médico, como cualquier persona, se equivoca. Esto último no es aceptado por la población y a los médicos no nos dan herramientas para que sobre la base de estos procesos uno pueda analizar cómo los hizo, si ocurrieron fallas y sus consecuencias. Esta parte técnica y pragmática debería incluir cuestiones relacionadas con los valores, que a su vez tienen que ver con cómo ha ido evolucionando la sociedad y, sobre todo, el mercado de la salud, que justamente se ha transformado más en un mercado que en un derecho. En muchos casos uno ve las consecuencias de las políticas que han transformado un derecho en un bien, y uno como médico está expuesto a demandas. La sociedad en su conjunto ha ido transformando lo que antes era un vínculo más paternalista (que tampoco digo que sea bueno) en donde el médico era el decisor, hacia un modelo más contractual en donde el vínculo es “médico y paciente toman juntos la decisión”.


En este sentido, ¿cuál es la postura del paciente frente al error?
A título personal -y también profesional- a nadie le gusta reconocer que se equivocó y a nadie le gusta que alguien se equivoque con uno. Esto es un ejercicio que hay que hacer, desde lo personal, que implica ponerse en el lugar del otro, cualquiera sea la persona que se equivoca; y en lo profesional, en el hecho de mantener un buen vínculo con el paciente (una buena empatía y comunicación) donde el valor de la honestidad sea lo que prevalece.

Es justamente este vínculo, ese valor, lo que hay que trabajar con la sociedad para poder adquirirlo y lograr que se entienda. Nadie va a pretender que no nos preocupe cuando el médico se equivoca, es una falacia, un imposible, más cuando se trata de un proceso de vida o muerte (y aclaro que hablo de error y no de mala praxis); pero si uno ha cultivado valores y un buen vínculo, hay estudios que demuestran que las demandas son menores y que lo que muchas veces el paciente quiere es una explicación de lo que pasó.

Hay que aceptar que en la vida uno convive con la incertidumbre, y en la medicina mucho más porque si bien hay test diagnósticos, pronósticos, etc.; todo lo que se pueda decir es parte de una probabilidad. Pero este concepto de probabilística y de certeza no está trabajado con la sociedad y me parece que es lo que se debería tratar de mejorar.


Entrevista: Graciana Castelli para APM.

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