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Prevención de caídas en pacientes hospitalizados


Desde hace miles de años diversos escritos dejaron traslucir la idea de la existencia de daño asociado a las prácticas de las ciencias biomédicas.
Podría citarte como ejemplo el Código de Hammurabi (1728-1686 AC) el cual establecía entre otros aspectos que si un médico realizaba una cirugía a un noble y salvaba su vida, se le debían pagar 10 shekels de plata, pero si producía su muerte se le debía cortar la mano.
Años más tarde, surge la frase “primum non nocere” (ante todo no hacer daño) atribuida a Hipócrates (460 AC – 377 AC), utilizada hoy como el principio fundamental que mueve a los profesionales de la salud a ejercer sus prácticas de manera consciente y comprometida, al punto de haberse incorporado a los escritos de juramentos hipocráticos de los facultativos.
En 1863, Florence Nightingale, considerada hoy la primera enfermera profesional, expresaba que podría parecer extraño decir que el primer principio en un hospital es no hacer daño a los enfermos, pero era necesario decirlo porque la mortalidad hospitalaria era muy alta comparada con la extra hospitalaria.
A pesar de ello, y de la publicación en nuestra era de diversos artículos que abordaban el análisis de casos de errores de prescripción y de sitio quirúrgico equivocado, la seguridad del paciente como una de las dimensiones de la calidad, no tomó un rol protagónico hasta el año 1999, cuando surgió a la luz la publicación Toerris human: “Building a Saferhealth System”, conocida también como el Reporte IOM.
A partir de una estimación estadística, el Reporte IOM daba cuenta de que los errores médicos producían, solo en los Estados Unidos, entre 44 mil y 98 mil muertes al año y que dichas muertes no estaban relacionadas con la patología de base de los pacientes sino a errores que en su gran mayoría eran evitables.
Posteriormente se comenzó a estudiar la incidencia de eventos de seguridad del paciente en el mundo, surgiendo así diversos estudios multicéntricos de relevancia, como el ENEAS en España, el IBEAS en Latinoamérica, y actualmente el estudio de incidencia de eventos adversos en el Mediterráneo Oriental y África.
El estudio español estipuló una incidencia de pacientes con eventos adversos de 8.4%, el latinoamericano muestra una incidencia de pacientes con al menos un evento adverso del 10.5%, y el africano revela que la tercera parte de los pacientes afectados por un incidente de seguridad murieron a causa de él y que el 14% presenta una discapacidad permanente.
Tras ellos, la seguridad de los pacientes ha comenzado a convertirse rápidamente en una línea de gestión prioritaria dentro de las instituciones de salud a nivel global.
Luego de cientos de estudios publicados y 14 años de experiencia mundial, la verdad sobre la ocurrencia de incidentes de seguridad en las instituciones sanitarias se ha convertido en un hecho incuestionable. En la actualidad el foco de la discusión está puesto en el estudio de las causas de los errores y eventos adversos, el análisis de los riesgos asociados al cuidado de la salud de las personas y las estrategias necesarias para reducirlos o evitarlos.
Gran parte del éxito en la mejora de la seguridad de los pacientes radica en la creación de una cultura organizacional centrada en estos temas. Cuando la cultura de la seguridad del paciente comienza a impregnarse en una institución de salud, empieza a tener una mirada del entorno, de la tarea, de los resultados que se esperan, más inclusiva que la convencional, pues se tienen en cuenta los riesgos existentes en el entorno y en los procesos.
Dentro de los incidentes de seguridad descriptos en la bibliografía, las caídas constituyen un gran porcentaje de las lesiones sufridas en pacientes hospitalizados. Por ello es recomendable implantar evaluaciones de riesgo de caídas utilizando escalas afines a cada grupo etario (adultos, niños) pudiendo incluir los antecedentes de caídas, una revisión del consumo de alcohol y medicamentos, evaluación de la deambulación y el equilibrio y estado neurológico, entre otros; así como condiciones del entorno que pudieran favorecer el riesgo de sufrir lesiones como consecuencia de una caída.
Dicha evaluación debe estar acompañada de las medidas necesarias para reducir el riesgo de caídas de acuerdo al nivel de cada paciente.
Virginia Henderson, académica y teorista de enfermería, desarrolló un postulado que da una visión clara de los cuidados de enfermería. En el mismo expresó definiciones como el concepto de entorno, donde marca claramente cuál es la responsabilidad de la enfermera cuando un individuo ve afectada su salud y la capacidad de controlar ese entorno. Ella afirma como un deber lo que las enfermeras “deben” realizar entre otras obligaciones:

Recibir información sobre medidas de seguridad.
Proteger a los pacientes de lesiones producida por agentes mecánicos.
Minimizar las probabilidades de lesión mediante recomendaciones en relación a la construcción de edificios, compra de equipos y mantenimiento.
Dentro de un conjunto de necesidades mencionadas en su postulado, la 9º necesidad describe la relevancia de evitar los peligros. Allí se considera: el entorno familiar, el medio ambiente, la inmunidad, los mecanismos de defensa, las medidas preventivas, la seguridad física, la seguridad psicológica.
Considerando esto último se puede inferir que la responsabilidad de las estrategias para reducir las caídas de los pacientes hospitalizados recae, en gran medida, en los profesionales y personal de enfermería, ya que dentro de la valoración que este profesional debe hacer se pueden determinar los riesgos que la persona posee e implementar las intervenciones necesarias.
Sin embargo, el resto del equipo de salud debe estar totalmente involucrado en la prevención, realizando intervenciones seguras y, sobre todo, trabajando en equipo y siguiendo las premisas y cuidados establecidos para evitar una caída.
Es una tarea compleja que incluye un cambio cultural, que exige trabajo en equipo y multidisciplinario. Todos atentos a situaciones de riesgo que pueden ser mínimas, pero que también pueden poner al paciente en situaciones críticas por las lesiones concurrentes.
No alcanza con escribir una política y un procedimiento. Hay que internalizar esta política y procedimiento, hay que controlar su cumplimiento, hay que educar sobre la importancia de adherir a cumplir lo dispuesto.
Es importante destacar que como toda medida necesita seguimiento y acompañamiento, brindar los medios, asegurarse de su uso. Que se produzca una caída no es un accidente, pues se puede prevenir, pero se necesita estar atentos.
A este equipo de personas atentas al riesgo hay que sumar al protagonista y actor principal cuyos roles desarrollan el paciente y la familia, brindándoles educación e información clave referida a la necesidad de solicitar ayuda para la movilización, necesidad de compañía permanente de pacientes con alto riesgo de caídas o de soporte al momento de trasladarlo al sanitario, entre otras.


 

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