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Una vida al servicio de la Medicina del Quemado






Charla con el Acad. Dr. Fortunato Benaim, máximo referente en medicina del quemado.



El Dr. Fortunato Benaim, a sus 95 años, es un activo profesional de la salud que ha dedicado su vida a los pacientes quemados.
Máximo referente médico en el tema en nuestro país, estuvo 28 años al frente del Instituto del Quemado y es –entre muchas otras cosas- Presidente de la Fundación que lleva su nombre y que tiene, entre sus logros más salientes, la creación del primer banco de piel del país. APM los invita a recorrer brevemente la historia de sus inicios en el ejercicio de una especialidad aun no reconocida, pero que a fuerza de empeño y vocación, avanza sin pausa.

- Para comenzar, ¿cómo llegó a ejercer la medicina del quemado?
Fue por un incendio en el año 1948. El nuevo hospital Argerich se había inaugurado en 1945 y con mi hermano –también estudiante de medicina- integrábamos el grupo del Dr. Arnaldo Yodice, que era el jefe del servicio de cirugía. El Prof. Yodice hacía que cada uno de sus colaboradores tomara una especialidad, que en mi caso fue la cirugía reparadora.
Cuando sucedió el incendio en el ´48 en una casa del barrio de la Boca, llegó a la guardia del Argerich una familia con quemaduras y no había nadie que se ocupara del tema. Entonces el Prof. Yodcice, dada mi orientación, me llamó y me dijo esta frase que todavía suena en mis oídos: “Dr. Benaim, ocúpese de los quemados”.

- Se trató de uno de esos acontecimientos que marcan para siempre una vida…
En mi caso fue absolutamente así porque advertí que se trataba de un tema muy importante dentro de la patología y de la medicina, al que no se le había dado la suficiente importancia, pese a que en el año 1945 la Asociación Argentina de Cirugía había elegido para su Congreso el tema quemaduras, que fue desarrollado por un médico interno del Hospital Durand, Dr. José María Del Río. Ese relato, que se convirtió prácticamente en un libro, fue el que me mostró la necesidad de continuar y perfeccionar la necesidad de atender bien a los pacientes quemados. Fue el punto de partida de mi conocimiento en el tema. Una vez recibido en el año 1946, con la anuencia del Prof. Yodice, en el Argerich comenzamos con un pequeño espacio donde atendíamos primero quemados ambulatorios y luego pacientes más complicados, a los que les destinamos un sector en ese piso de 120 camas. Con esto podría decirse que en el año ´48, cuando ocurrió esa tragedia, se creó en el Argerich, aunque no en forma oficial, el primer centro para atender a los pacientes quemados.
Siguiendo con esta tónica de la elección de la especialidad, empecé a documentar a los pacientes que atendía, entre ellos recuerdo uno en especial al que tenía que hacerle un injerto de piel, para el que hacía falta un instrumento que se llama dermatomo y que el hospital no tenía. En esa época, ese aparato costaba 500 pesos y lo compramos a medias entre el paciente y yo. Con eso hice el primer injerto de piel que se realizó en el Argerich.

- ¿Y cómo llegó al Instituto del Quemado?
A partir del centro de atención del quemado en el Argerich, empecé a acumular experiencia y documentación. En 1952 hice mi tesis de doctorado sobre “Fisiología y patología de las quemaduras. Resultados obtenidos con el injerto de piel”, la cual fue calificada de sobresaliente y obtuve el premio de la Asociación Argentina de Cirugía del año ´54.
Luego gané una beca para ir a los Estados Unidos, estuve en distintos lugares, entre ellos en el New York Hospital donde aprendí técnicas de investigación en vascularización de injertos. Cuando regresé al país en el ´55, conjuntamente con el Dr. Marino, propusimos a la Fundación Williams crear un laboratorio para poder desarrollar esa técnica. Así fue como en el último piso del edificio que ocupaba en la calle Belgrano armamos el primer laboratorio de investigación para estudiar la vascularización de los injertos, que dio origen a muchas publicaciones.
En el año 1956 se abrió un concurso médico y permitieron inscribirse a todos aquellos profesionales que tuvieran la antigüedad exigida para un jefe de servicio. Al día de hoy he sido el único Director por concurso que tuvo ese hospital. Gané la Dirección con 37 años y estuve en el cargo hasta que cumplí los 65 (28 años). Antes, y habiendo palpado en su auténtica realidad lo que es el tema del tratamiento de las quemaduras y todo lo que había para hacer por delante, en 1981 -tres años antes- creamos la Fundación.

- ¿Cuáles son los objetivos actuales en los que trabaja la Fundación que lleva su nombre?
Los mismos de su inicio: apoyar todo lo vinculado a la asistencia, docencia, prevención e investigación en el tema de quemaduras. A la asistencia porque para atender a un paciente quemado grave es indispensable que los profesionales estén capacitados. Hace falta una planta física y un equipamiento adecuados. Felizmente en el año 1997 pudimos lograr todo eso cuando la Fundación hizo un convenio con el Hospital Alemán, que donó el 4to piso de la torre Pueyrredón. La Fundación terminó la obra y hasta el día de hoy el CEPAQ (Centro para Asistencia de Quemaduras) sigue funcionando. Es el único centro en el país que responde a todas las exigencias de un paciente quemado grave. Digo esto porque un quemado grave es un paciente crítico, por lo tanto necesita terapia intensiva, con un ambiente y equipamiento adecuado (hay una cantidad de aparatos que permiten controlar permanentemente la circulación, respiración, características del paciente); un equipo de enfermería muy adiestrado (son pacientes que no pueden hacer nada por sí mismos); y luego, como la quemadura grave genera toxinas que pasan a la sangre, si no se las atiende correctamente, se termina produciendo una falla multiorgánica y la posterior muerte del paciente. Hoy en día tenemos recursos para combatir eso.

- ¿Qué características especiales tiene que tener la planta física para la atención de un paciente quemado?
El paciente, cuando la quemadura es muy extensa, pasa a ser lo que hoy se conoce como “enfermedad de quemadura”. Cuando el sector afectado es muy amplio genera alteraciones en el organismo y condiciona la enfermedad. Por lo tanto, al paciente hay que atenderlo desde dos enfoques: la parte clínica de todas las alteraciones que provoca una quemadura extensa y profunda; y la parte local, es decir, la lesión de quemadura que en un paciente grave son múltiples y pueden estar en todo el cuerpo.
Para hacer el tratamiento local, el paciente debe ser trasladado de su cama (su cuarto de internación) a un área quirúrgica. En el diseño de nuestro hospital, la sala de operaciones está separada del cuerpo de internación por un pasillo de dos metros. Todavía, para facilitar el trabajo del personal y disminuir las molestias del paciente, he ideado un sistema de traslado mecánico: cada cama tiene un diseño especial, una camilla superpuesta, que puede separar el colchón de la cama, lo que facilita el trabajo de la enfermera cuando, por ejemplo, tiene que cambiar la ropa de cama. Además, en el pasillo del CEPAQ, hay un riel con una grúa, entonces se saca la cama –que tiene ruedas-, se la ubica en el pasillo, la grúa toma la segunda camilla con el paciente, la eleva y por el riel la lleva a la sala de operaciones y la desciende sobre una mesa de operaciones que también es modelo personal.
La mesa de operaciones estándar, cuando se opera un abdomen o tórax, es siempre en el mismo lugar. Pero el quemado puede tener quemaduras de la cabeza a los pies, por lo tanto es necesario -poco más- tenerlo suspendido en el aire. Como no es posible, diseñé una mesa con los mínimos apoyos: tórax, cabeza, pelvis y extremidades. De modo tal que con la grúa se lo baja sobre la mesa, donde el equipo médico trabaja con comodidad, y luego lo devuelve a su cama. Si se tiene en cuenta que este tratamiento hay que realizarlo no menos de 3 veces por semana (a veces todos los días) imagine lo que significa hacerlo en un lugar no adecuado… y la mayor parte de los médicos no tiene esta estructura para atender quemados.

Multifacético y emprendedor incansable, Benaim tiene un sinfín de títulos académicos, cargos docentes y en sociedades científicas; y ha sido premiado en reiteradas ocasiones en el país y en el exterior. Actualmente, entre sus actividades se destacan: Vice Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud (UCES); Director de la Diplomatura “Medicina del Quemado” (UCES); Director del Centro de Excelencia para la Asistencia de Quemaduras (C.E.P.A.Q.) instalado por la Fundación del Quemado Dr. Fortunato Benaim en el Hospital Alemán; Presidente de la Fundación del Quemado Dr. Fortunato Benaim (1981); Presidente del Consejo de Certificación de Profesionales Médicos, con sede en la Academia Nacional de Medicina; Presidente del Capítulo de Médicos del Rotary Club de Buenos Aires; Presidente de la Sección Regional Argentina de la International Association for Humanitarian Medicine (I.A.H.M.).
Como si todo esto fuera poco, el Dr. Benaim toca el violín, instrumento que lo acompaña desde la infancia y que lo llevó a formar parte de una orquesta de tango, que le permitió costear los gastos de sus estudios.


 

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