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El arte de hacer hablar el cadáver Por Dra. Geraldine Canterios. Médica Cirujana. Coordinadora del Área Médica de La Mutual. La Medicina legal es la especialidad médica que reúne los conocimientos de la medicina que son útiles para la administración de justicia para dilucidar o resolver problemas civiles, penales o administrativos y para cooperar en la formulación de leyes comúnmente llamada medicina forense (de foro: por ser en la antigüedad los foros o tribunales en donde se desempeñaba esta disciplina). Actualmente se distinguen dos escuelas: la escuela latina, en donde son formados los médicos legistas; y la escuela anglosajona, en donde se forman médicos forenses. Importa al médico porque debe conocer los linderos legales en el ejercicio de su profesión y porque puede fungir como perito. Al abogado le ofrece un amplio repertorio de pruebas médicas como postulante, litigante, defensor o fiscal. Se describen los inicios de la Medicina Legal a finales del Renacimiento, y luego fundamentalmente a través del notable impulso experimentado a partir de mediados del siglo XIX, cuando fue considerada básicamente como “el arte de hacer hablar al cadáver”. No obstante lo antedicho, debemos decir que se reconoce como primer experto médico forense a Imhotep, quien vivió en Egipto, aproximadamente 3000 años antes de Cristo. Fue la más alta autoridad judicial del rey Zoser y el arquitecto de la primera gran pirámide de Sakkara. La medicina egipcia de esa época estaba socializada y los médicos eran sufragados por el Estado y ya existían especialidades. Los errores profesionales se castigaban seriamente, al punto que en algunas ocasiones los culpables eran lanzados al Nilo para que los devoraran los cocodrilos. El Código de Hammurabi, en Babilonia, 1700 años a.C., y el Código de los Hititas, que data de 1400 a.C., constituye pruebas tempranas de la relación medicina-ley. Pero el cuerpo de leyes más importante de la era precristiana fue, sin lugar a dudas, la legislación romana contenida en las Doce Tablas, que a partir del año 451 a.C. tuvo una vigencia de nueve siglos. En las Tablas se incluían normas relativas a las responsabilidades del enfermo mental y la duración del embarazo. Ya en la edad media, El Código Justiniano aparece entre los años 529 y 564 de la era cristiana y coincide con la declinación del Imperio Romano. En él se regulaba la práctica de la medicina, la cirugía y la obstetricia; se imponían penas por mala praxis y se establecía el papel de experto médico dentro de la administración de justicia. Muchos de sus principios persisten en códigos modernos. Los mil años subsiguientes a la caída del Imperio Romano se caracterizan por el estancamiento de la cultura que significó la Edad Media. Sin embargo, durante el siglo XIII apareció en China un valioso documento médico-legal, el Hsi Yuan Lu, escrito por un juez, y el cual se refería a la clasificación de las lesiones de acuerdo con el instrumento que las producía y a su gravedad según la región del organismo en que estuviesen localizadas. En 1507, bajo los auspicios del obispo de Bamberg y del barco Juan de Shwartzenberg, Alemania contó con un completo código penal. Poco después, en 1537, basado en el anterior, el emperador Carlos V promulgó el Código Carolino, que estableció que el experto médico debía auxiliar a los jueces en casos de homicidios, heridas, envenenamientos, ahorcaduras, sumersión, infanticidio, aborto y otros tipos de lesiones. Durante la segunda mitad del siglo XVI empezaron a aparecer trabajos sobre la aplicación del conocimiento médico a la solución de problemas legales. El siglo XVIII se caracterizó por el desarrollo de las primeras cátedras universitarias de medicina forense. Este hecho tuvo lugar en Alemania, donde las primeras lecciones fueron impartidas por el profesor Johann Michaelis, en la Universidad de Leipzig, a quien sucediera Johann Bonn, autor del libro titulado “Medicina oficial o Medicina del Estado”, obra que alcanzó gran difusión. Una característica de esta etapa inicial de la docencia universitaria de la medicina forense fue que no constituía una materia independiente, sino que se enseñaba conjuntamente con otra disciplina, la medicina preventiva, entonces conocida como higiene. Volviendo al siglo XIX, la Anatomía Patológica primero, y el Laboratorio después, reinaron indiscutidos en la currícula de esa disciplina, con el aporte luego creciente, también de la Psiquiatría. Concebida desde sus orígenes y por largo tiempo como una ciencia auxiliar del Derecho Penal, conoció gracias al acelerado progreso del entramado social nuevos campos de aplicación en el Derecho de los infortunios laborales, y de los daños a la persona en materia de responsabilidades civiles. Sin embargo, y hasta hace muy poco tiempo, el pensamiento médico-legal seguía anclado en los rígidos cánones de la investigación penal, sin llegar a comprender que esos rigurosos y nada flexibles criterios resultaban anacrónicos frente a los desafíos de los nuevos tiempos. En los tratados de la materia, todo lo referente a la documentación médica, por ejemplo, recibía un descuidado tratamiento en algún perdido capítulo de relleno, en el que se trazaban elementales conceptos referentes, por lo general, a la concreción de las indicaciones y certificados médicos que debieran extenderse en formularios membretados de uso privado, o en formularios oficiales destinados a certificar la causa de defunción, estados de incapacidad o aptitud psicofísica, etc. Sin embargo, la disciplina médico-legal no pudo sustraerse por mucho tiempo a los acelerados cambios de la dinámica social y del Derecho, y sus cultores comprendieron que les era imprescindible salir de la sala de autopsias y el laboratorio, e incorporar nociones tomadas de otras disciplinas perimédicas, como la Auditoría Médica y la Administración Hospitalaria. Temas como la estructuración y análisis de la historia clínica y sus anexos documentales médicos, con sus formularios, protocolos, registros administrativos, y libros auxiliares vinculados pasaron a tomar una capital importancia pericial, toda vez que se jugase la necesidad de dictaminar acerca de la calidad o idoneidad de la asistencia médica prestada o debida. Estas cuestiones, antaño casi puramente formales, requerían especialísima atención toda vez que el perito médico debiera expedirse en cuestiones litigiosas que involucrasen coberturas de seguro, cumplimiento de obligaciones médicas y asistenciales, aptitud de las conductas profesionales involucradas, y temas afines. En Argentina, la Medicina Legal comienza a desarrollarse el 3 de febrero de 1826 cuando el presidente Rivadavia decretó que se diera la cátedra de teoría y práctica de partos, enfermedades de los niños y medicina legal. No se sabe con exactitud cuál era el contenido de dicha clase, la cual estuvo a cargo -en principio- del profesor Francisco Cosme, que duró algunos días en el cargo y luego fue sustituido por Francisco Xavier Concepción Muñiz, quien se desempeñó exitosamente como médico de la policía. El Dr. Francisco de Veyga introdujo, en 1899, algunas materias importantes como la antropología criminal y la psiquiatría forense. En 1896 se creó la morgue judicial de Buenos Aires que empezó a funcionar en 1908 bajo la dirección de Guillermo Achaval, aunque cabe mencionar que se les había prohibido el acceso a los estudiantes y solo en 1956 se los dejaba entrar después de concluida la necropsia. Posiblemente el más notorio de los médicos forenses de este país fue Nerio Rojas, quien estudió en París con Baltazhard quien en 1924 asumió la clase y también inició un curso para especializar médicos legistas. Dentro de su labor se fundó la Sociedad de Medicina Legal y Toxicología y escribió sus libros de Medicina Legal y Psiquiatría Forense, que le han dado fama internacional y han sido libros clásicos de la materia. Dentro de sus alumnos se encuentra Emilio Federico Pablo Bonnet, quien inicio su tarea docente en 1935 llegando a ser titular en 1961 para en 1967 escribir su famosa “Medicina Forense”, y en 1983 “Psicopatología y Psiquiatría Forenses”, de la cual solo logro publicar la parte general en forma previa a su fallecimiento. En el año 2000 se da la peculiaridad de que la cátedra de Medicina Legal es ocupada por dos personas, por un lado Julio Alberto Ravioli y por el otro José Ángel Patitó, quien además de su experiencia en medicina legal aunó sus conocimientos de patología forense, lo que le ha permitido escribir su famosa obra tratado de “Medicina Legal y Elementos de Patología Forense”, publicado en el año 2003. En el 2005 se le dio la titularidad de la cátedra a Luis Alberto Kvitko, quien fue precursor de varias asociaciones de Medicina Legal y Deontología Médica. A modo de resumen, la Medicina Legal, Judicial o Forense, denominaciones sinónimas empleadas en lengua castellana (Medical Jurisprudence o Forensic Medicine para los autores anglosajones; Gerichtliche Medizin para los germanos; Sodna Medizina para los eslavos), nació con las exigencias de la justicia y a estas exigencias debe quedar indisolublemente ligada, tanto por su naturaleza como por su contenido. Vino a la luz pública cuando una ley requirió taxativamente la intervención de los médicos como peritos ante los órganos de la administración a medida que el Derecho positivo se ampliaba o modificaba; se ha desarrollado a la par que éste. Por último, es necesario recordar que la Medicina Legal requiere de conocimientos especiales, tiene asuntos exclusivamente suyos; requiere muchos conocimientos legales y jurídicos que la mayoría de los médicos ignoran o comprenden mal; exige hábitos mentales propios y cierto criterio especial ajeno a la medicina corriente, que solo puede darlo el estudio, la reflexión y la observación de los problemas inherentes a esta materia. |
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