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¿Por qué nos equivocamos? Por Dra. Geraldine Canteros. Médica Cirujana. Coordinadora del Área Médica de La Mutual. ¿Por qué nos equivocamos? ¿Qué es lo que nos lleva a los profesionales de la salud a cometer errores, a no ser infalibles como se espera de nosotros? Si los errores ocurren en todos los órdenes de la vida y forman parte de la misma condición humana, ¿por qué no se nos permite equivocarnos? Es sabido que en una ciencia como la medicina, tan compleja y llena de interrogantes, los errores ocurren muy frecuentemente, y si bien suelen ser menores, en ocasiones las consecuencias de ellos pueden ser severas y aun catastróficas, tanto para el paciente como para nosotros mismos. Entonces, ¿cuáles son las causas que nos llevan a cometerlos? Y más importante aún, ¿somos responsables de todos nuestros errores? En la medicina moderna, se esperaría que los errores fuesen menores, sin embargo, curiosamente se han mantenido o incluso han aumentado. Podría estipularse como una causa el hecho de que el profesional de la salud se ha vuelto cada vez más dependiente de los estudios auxiliares y ha perdido confianza en su propio juicio, o que puede dedicarle menos tiempo a sus pacientes, y mucho menos tiempo a poder profundizar sus conocimientos, o todo esto a la vez. Pero no solo eso, en reiteradas ocasiones se ha mencionado el síndrome de Burnout (tipo de estrés laboral, caracterizado por un estado de agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima, y está caracterizado por un proceso paulatino, por el cual las personas pierden interés en sus tareas, el sentido de responsabilidad y pueden hasta llegar a profundas depresiones), sobre todo en las guardias médicas, como un cuadro que puede identificarse en casi la mitad de los profesionales que conforman el mencionado servicio. Jornadas excesivas de trabajo, falta de sueño y presión laboral constante, son afecciones corrientes en el desempeño diario de los profesionales de la salud. Constantemente nos obligan a hacer lo que no queremos, nos sobrecargan de trabajo y nos obligan a ejercer la profesión como si se tratara de un empleo administrativo más. Sumado a ello, se debe hacer mención al sistema de recompensas y reconocimiento, tanto de las empresas privadas como públicas, en el cual se resalta el desbalance entre un trabajo excesivamente demandante y la falta de recompensa adecuada y la falta de interés frente a las necesidades de los trabajadores, todo lo cual genera en los profesionales de la salud sentimientos de insatisfacción. Es difícil de comprender cómo no se valora aquella profesión que cuida de la salud de todos. Es tal la exigencia de esta profesión que el 70% de nosotros, no le recomendaría a nuestros seres queridos estudiar medicina. Si bien hay una interacción entre factores internos (variables de personalidad) como externos (entorno laboral), en definitiva es el entorno laboral el decisivo de la etiología de los síntomas y su curso. Distintos estudios han demostrado que cuando los médicos nos encontramos cansados y nos vemos obligados a continuar con nuestra actividad, tenemos hasta 460% más probabilidades de cometer un error de diagnóstico en nuestros pacientes. Generando en algunos casos consecuencias irreversibles. En el caso de los cirujanos, se identificó que cuando no han logrado dormir más de 6 (seis) horas y deben ingresar al quirófano para realizar una intervención quirúrgica, tienen hasta un 170% más de posibilidad de cometer un error durante la cirugía. Como consecuencia de todo ello, no solo cometemos errores, provocando en ocasiones daños irreparables, sino que nos vemos predispuestos a afrontar un juicio por mala praxis médica. Por tal motivo, y a pesar de la vocación de servicio y de las presiones en el ámbito laboral, es necesario que cuidemos como primera medida nuestra propia salud, para que posteriormente el paciente obtenga una atención de calidad. Si por el contrario seguimos permitiendo tener una calidad de vida deficiente, no solo estaremos consintiendo a que nos empujen a cometer errores, sino que se ha demostrado que nos puede conducir a un estado de depresión, o en algunos casos al suicidio. Los profesionales de la salud debemos estar atentos a las siguientes señales: dificultad para conciliar el sueño, falta de apetito, cefaleas frecuentes, cansancio desmedido y falta de energía, todo lo cual nos debe alertar a que estamos cerca del colapso. En un estudio realizado en los Estados Unidos en 49 escuelas de medicina elegidas al azar, publicado en septiembre de 2018, determinó a las siguientes especialidades como las más afectadas por el desgaste ocupacional o burnout: urología, neurología, medicina de urgencias y cirugía. Los residentes de patología y anestesiología fueron los que más se destacaron al momento de arrepentimiento a la hora de elegir la medicina como profesión. El género femenino presentó un puntaje alto en ansiedad, asociado a un riego mayor de síndrome de burnout, asociado a las exigencias extras que presentamos las mujeres en relación al manejo de la casa y los hijos. Entonces, cabe preguntarse: ¿es posible cumplir con los objetivos propios de la profesión en el ámbito laboral vigente? La situación es tan extrema que los mismos profesionales que se encargan de preservar la salud de los pacientes acaban padeciendo trastornos y sufrimientos, poniendo de esta forma su propia vida en riesgo. Y si bien es cierto que el estrés acompaña al ser humano desde sus orígenes biológicos hasta la actualidad, prevenir sus efectos negativos en el ámbito médico debería ser un tema prioritario en salud. Si la OMS (Organización Mundial de la Salud) define la seguridad del paciente como la “reducción del riesgo de daños innecesarios relacionados con la atención sanitaria hasta un mínimo aceptable, el cual se refiere a las nociones colectivas de los conocimientos del momento, los recursos disponibles y el contexto en el que se prestaba la atención, ponderadas frente al riesgo de no dispensar tratamiento o dispensar otro”. Entonces se deberían promover políticas, programas y estrategias dirigidos a mejorar la seguridad del paciente, cuyo objetivo principal sea la disminución de errores en el sistema de salud. Es decir, se debería optimizar la práctica médica para disminuir al mínimo el riesgo de que cometamos errores salvables. Se podría concluir que la mejor manera de cuidar del paciente es cuidar del profesional de la salud que en última instancia cuidará de él. |
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